UNA INDISCUTIBLE OFERTA (Héctor Torres)

Dicen que la diferencia entre la propaganda política y la cuña publicitaria es que una vende esperanzas y la otra vende ilusiones. Las primeras parecen gratis (aunque son a crédito, y sus intereses podrían arruinar el futuro de varias generaciones), mientras las segundas son tan de contado como efímeras. Ambas atenúan neurosis y ansiedades, pero son migajas si se les compara con lo que venden las religiones, que es algo así como “una parcela en el cielo”.
Ninguna bagatela, como se ve.
Entre los católicos el trámite es sencillo y no exige mucho compromiso: basta arrepentirse periódicamente de los pecados (que esa periodicidad no le quite el sueño a nadie: De producirse un accidente, siempre se contará con el servicio express de la extremaunción). Eso y cultivar prácticas como la caridad, esa “virtud” basada en entregar lo que no se necesita a cambio de acumular puntos para el Título de Propiedad en una parcela que no se tiene.
La caridad resulta la cantera perfecta para vivir de un mercado que siempre ha tenido demanda. Por eso, despertar la compasión del prójimo es el recurso de las decenas de pedigüeños profesionales que cada día, burlando la “seguridad del sistema”, penetran al metro para aplicarse a un negocio que, de contabilizarse, asombraría por sus cifras.
En otras latitudes no es tan sencillo. Cuenta Henri Michaux, en Un bárbaro en Asia (1933), que en Europa —vale decir en todo Occidente, donde fecundaron variedades de esa religión que nació con el Cristianismo— basta un ciego pobre para despertar compasión. “En la India, si cuenta con su ceguera para enternecer, puede esperar sentado. No, que agregue a la ceguera rodillas deshechas, un brazo amputado, o a lo menos la mano, y cuanto más sanguinolenta mejor, luego una pierna de menos y la nariz comida, naturalmente. Su poco de baile de San Vito en lo que le queda, lo ayudará tal vez a presentarse con algún éxito”. No es fácil despertar lástima a gentes convencidas de que a cada uno le toca su destino.
Y aunque aquí el mercado es más emotivo, la saturación de la oferta ha producido una actitud muy parecida a esa indolencia, pero que en realidad es hastío. Consciente de eso, la respuesta del negocio ha sido variar periódicamente la propuesta.
En la prehistoria están aquellos que solicitaban dinero blandiendo una ajada carpeta de manila, en cuyo interior se presumía un informe médico diagnosticando una urgente y costosa intervención quirúrgica. Allí el foco se concentraba en hacernos responsables de la “vida del niño”. Pero, dado que la naturaleza de ese chantaje lo hacía susceptible de caducar, pronto fueron desplazados por los que amenazaban vedadamente con una enfermedad contagiosa. Caminaban entre los usuarios hablando acerca de su hepatitis, su condición de HIV positivo, o alguna otra enfermedad que nadie había escuchado antes. ¿En qué momento —se preguntaban los usuarios— saldrá de su saco raído la jeringa colmada de sangre contaminada? Los que acababan “de salir de la cárcel, pero yo no quiero robar”, representaban una variante de esa modalidad. Y los que argumentaban ser “pacientes psiquiátricos del Hospital Universitario”, cuyo éxito radicaba en intimidar con una fugaz mirada nerviosa contrastando con sus modales suaves.
Luego de decenas de inminentes operaciones, tratamientos costosos y retornos al pueblo “del que nunca debí salir” (y hasta de propuestas clásicas, como la del tipo sin piernas que se arrastraba por los vagones aullando a su paso un cuidao con el mocho), un día el asunto se agotó, y se vieron ante la inédita situación de salir de vagones repletos sin haber escuchado el tintinear de monedas frotándose en manos compasivas.
Toda vaca se seca.
Pero el mercado siempre tiene capacidad de redefinirse, de detectar nuevas necesidades. Cuando todo parecía perdido, se montó a un vagón un hombre viejo, de cara ajada, barba rala y un pie de menos. Su discurso fue inesperado. Contundente. Dejó en claro que él no estaba pidiendo dinero para operarse el pie, “porque no me lo voy a poner de nuevo”. Tampoco para medicinas, “porque yo no estoy en tratamiento. No los voy a engañar como hacen los demás…”
¡Bingo! Este hombre renovó el oficio. No era lástima lo que vendía, era otra cualidad más escasa y más valiosa en estos tiempos: la honestidad. Hablaba tan fuerte como podía y lo hacía con más ánimo en tanto escuchaba la melodía que da sentido a su oficio, esas campanas secas que iban cayendo unas tras otras en su gorra. La gente entregaba las monedas con diligencia, como si sintieran que estaban poniendo su dinero en “manos honradas”.
Por ahí va la cosa en estos días. Por ahí y por conectar emocionalmente con el público. “Una Venezuela educada que me dé laj buenaj taldes” es el arranque del libreto de moda.
Son una raza, un gremio, una logia viral. Aprenden en la calle lo que los expertos en mercadeo deben cultivar en las aulas. Son eficaces. Apelan a elementales preceptos de antiguos pactos sociales, como la caridad y la solidaridad. Evocan una adulterada concepción del honor. Resucitan el espíritu de la aldea, del retorno a aquellos tiempos en los cuales todos se conocían y el problema de uno era el problema de todos.
Pero léase bien: apelan, reviven, evocan. La otra cara —la pragmática— del asunto es que son unos magos de la trampa, del timo, de la actuación. Conocen los manejos psicológicos de la persuasión y la extorsión emocional. Niños que nunca fueron niños, decrépitos ancianos de cuarenta que nunca llegaron a atracar en el muelle de la adultez, pacientes crónicos sin enfermedades pero con inquietantes sintomatologías, tullidos felices de sus ventajas comparativas (y corporativas).
Multitud de habilidosos empresarios-comediantes que conocen muy bien las sagradas leyes de su negocio y sus herramientas más eficaces: la persuasión, el chantaje, la puesta en escena…
Pero todo tiene su fascinante lectura hermética. Y en su caso pueden verse como una manada de ángeles roñosos que, si bien perdieron la capacidad de vender parcelas en el cielo, cumplen la secreta misión de hacer que, a cambio de unas monedas, cientos de viandantes anónimos lleguen a casa con la reconfortante sensación de que esa cena fría en soledad, esa chamba esclavizante y sin futuro, esa pieza sin ventana para siete, ese infierno que espera tras la puerta, no es lo peor que le espera a alguien. Que el más desnudo de los desamparos todavía no es, por fortuna, su más resignada certeza.
Y a ese precio, esa tabla de salvación es una indiscutible oferta.

Publicado en El Porta(l)voz

Comentarios

  1. Desde hace mucho tiempo e inclusive actualmente, contamos con una gran cantidad de personas que manifiestan día a día de manera peculiar diversos problemas a los transeúntes de nuestro país para así obtener dinero de manera fácil a costa de los demás; Dejando atrás un valor importante que es: La honestidad, Siendo este uno de los más primordiales que tiene el ser humano, sin embargo, lamentablemente se ha perdido con el transcurrir del tiempo, parece que ser honesto cuesta mucho.
    Igualmente, aquí se incluye el tema de la política, es increíble que existan personas que se dediquen a jugar con las esperanzas de la gente, las cuales luego de un tiempo se convierten casi totalmente en patrañas que ya nadie quiere oír. Asimismo es ese mercadeo pareciese nunca acabar, pues, siempre se inventan cualquier cosa para seguir en él. Estas personas en su mayoría son extorsionadores que utilizan la persuasión y el chantaje para obtener beneficio, quizás habrá una que otra persona que realmente salga a pedir por necesidad pero muchos lo ven como un negocio, aparte nos quieren hacer creer que ellos siempre tienen problemas mayores que los de nosotros... Es importante resaltar que a cada quien le toca vivir una vida distinta, pues no es posible que los pedigüeños tengan un lucro haciéndoles creer a los transeúntes que con esa solidaridad tienen el cielo ganado. Es necesario abrir los ojos, aunque este no lo parezca por muy pequeño que sea es otro problema de sociedad el cual hay que erradicar de nuestra Venezuela.

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  2. Buenas noches profesora, interesante tema que de cierta manera hace semejanza con lo que vive el país , particularmente pienso que entre la política y las religiones ambas tienen caras muy distintas, ya que una ofrece una vida eterna o mas bien una parcela en el cielo, como lo relata el texto, también nos habla de esas personas que desierta manera se ganan la vida manipulando a los demás fingiendo enfermedades para obtener dinero rápido y fácil, sin tener que salir a trabajar, cada vez Venezuela se sumerge en la corrupción y personas deshonestas , al parecer los valores se están quedando en el olvido.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Es interesante ver como la sociedad esta envuelta en un círculo vicioso del que sin duda no haya como salir, los problemas que la aquejaban vuelven a manifestarse de la misma manera y en algunos casos hasta con más fuerza. Lo confirma, la descripción en el texto, que nos explica que esa estrategia comercial por la que muchos sinvergüenzas o “pedigüeños” están acostumbrados a solventar sus necesidades económicas hoy día ha vuelto a tomar auge, quizás en un nivel más alto debido al deterioro moral y ético que se observa en el país; lo cual tampoco es algo nuevo dentro de la sociedad, pero este mismo deterioro ha desvalorizado de manera indescriptible los conceptos morales. Colocando una vez más al país y su sociedad en el mismo estado cultural de décadas atrás, hoy en una era tecnológica y donde se habla de evolución, donde la inteligencia del hombre está sobre valorada y este debería hacer buen uso de la misma. Sin embargo, hay culturas extremadamente arraigadas de las que cuesta desligarse, (no se puede obviar la singularidad de la cultura venezolana).
    Es curioso como el hombre en su condición social se le hace inevitable; a mi parecer, desligar el factor político y religioso, es algo en lo que siempre estará inmerso, porque todos los fundamentos y cánones sociales parten de estos dos factores, sobre todo el religioso. Y finalmente, como suena una cuña por ahí sí “SOMOS LO QUE QUEREMOS”, LES INVITO A QUERER TRANSFORMAR ESTE PAIS Y NUESTRA SOCIEDAD CON LAS COSAS BUENAS DE NUESTRA CULTURA. “PORQUE NADA CAMBIA, SI TU NO CAMBIAS” ;) DLB Eucarlis zambrano

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  5. El texto me parece muy interesante ya que abarca el tema de cómo puede ser chantageado un individuo mediante temas tan populares actualmente como lo son la religión, la política y la propaganda; con la esperanza de obtener un futuro mejor, de estar mas cerca de Dios o simplemente calmar un poco la conciencia ayudando a otros con sus "supuestos problemas". Es por esto que despertar la compasión en el prójimo siempre ha sido un trabajo muy lucrativo. Lo que sí es evidente es la astucia de algunas personas para aprovecharse del otro en todos los sentidos, cosa que en los últimos tiempos se da de manera muy natural ya que los valores muchas veces no nos acompañan. Eliannys Agreda.

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  6. Interesante el tema planteado. Esa doble moral o mascara actual que usa el venezolano para conseguir dinero rápido y fácil, llegando con el repertorio de "donde esta ese Venezuela bonita, esa Venezuela activa y educada que me regale los buenos días", y de esta manera se disponen a contarnos el porque de sus problemas y que los llevo a estar en esa situación. muchas veces nos detenemos y escuchamos u otras muchas ya no les paramos por el constante fastidio que los escuchas mas de 3 veces en un día, entonces es allí cuando voy sumergida en mi pensamiento y me pregunto sera cierto todo lo que estas personas nos cuentan a cambio de algo de dinero o realmente lo hacen por las circunstancias y la necesidad los lleva a esto. ¿Serán estos individuos capaces de lograr algo después de algunos años en la misma situación? puede que si o pueda que no.
    Vivimos en una incertidumbre constantes, el no saber que nos depara el mañana, llenos de miedos, viendo la situación que vive nuestro país, donde cada día debemos salir a luchar por mejorar nuestro futuro, necesitamos un cambio a nivel social, político, económico y cultural para mejorar a nuestra sociedad.

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  7. El perspicaz y elocuente escrito de Héctor Torres no es más que una verdad indiscutible. Tanta verdad hay en sus frases que termina desenmascarando a cada una de las personas que no hacen más que mentirnos con la intención de encontrar en nosotros aquella lástima que a ellos tanto desean.
    Por un lado, tenemos la política que describe en sus participantes un sinfín de promesas con la finalidad de abastecer su bolsillo y empobrecer el nuestro, todos llegan al poder creando falsas esperanzas en quienes creen en ellos.
    Por otro lado tenemos a Dios que nos ofrece el paraíso, un pedacito de parcela en el cielo de la cual si lo deseamos podemos disfrutar de ella, solo bastaría con arrepentirnos de nuestros errores cometidos y enmendar los daños hechos en otros y en nosotros mismos para así ser liberados de tales culpas.
    Y por último pero no menos importante nos encontramos con una situación bastante grave que viene acarreando nuestro país y es el ideal de aquellas personas que solo nos engañan y nos mienten con la vil intención de burlarse de nosotros, éstos toman como empleo el jugar con la buena voluntad del resto de los seres humanos subiéndose a los autobuses o bien sea en cualquier lugar de la calle inventando enfermedades, virus contagiosos o enfermando al tío, al padre e incluso hasta a sus propios hijos. Poseen el don y la virtud de cultivar en nosotros compasión y lastima hacia ellos sensibilizando nuestro corazón para así ellos obtener el beneficio que tanto anhelan.
    Los políticos no resultarían menos maliciosos que ellos, ambos llegan a nosotros con la misma intención, pensando que somos unos incautos y que creeremos siempre en sus palabras. Aura Moreno

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