tag:blogger.com,1999:blog-6355971296495106362024-02-19T00:44:20.352-08:00LETRAS UPEL-IPMHerramienta de estudio para estudiantes de Lengua y Literatura de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.
Instituto Pedagógico de Maturín.
Monagas-VenezuelaIndira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.comBlogger21125tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-41892311386893314052016-07-07T05:51:00.001-07:002016-07-07T05:51:49.074-07:00UN SEÑOR MUY VIEJO CON UNAS LAS ENORMES (Gabriel García Márquez)<span style="font-family: "verdana" , "arial" , "helvetica" , sans-serif; font-size: x-small;"><span style="color: black; font-family: "georgia"; font-size: small;"><span style="font-variant: small-caps;">Al tercer día</span> de lluvia habían
matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar
su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había
pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la
pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar
eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo
fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo
y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo
regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó
trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio.
Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que
estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes
esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.<br />
Asustado por aquella
pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba
poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del
patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba
vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en
el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa
condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza.
Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban
encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta
atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y
acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y
él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de
navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y
concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna
nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo
viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a
ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.<br />
— Es un ángel –les
dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que
lo ha tumbado la lluvia.<br />
Al día siguiente
todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de
carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los
ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una
conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos.
Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un
garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y
lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche,
cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos.
Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer.
Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una
balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su
suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces,
encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el
ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos
de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un
animal de circo.<br />
El padre Gonzaga
llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A
esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer,
y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo.
Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de
espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco
estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban
que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe
de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el
padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a
las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le
abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que
más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas.
Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre
las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los
madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus
ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga
entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco
tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la
lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto
de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de
intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las
plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza
miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles.
Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los
curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio
tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para
confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento
esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano,
mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo,
prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra
al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los
tribunales más altos.<br />
Su prudencia cayó
en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con
tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto
de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el
tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo
torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de
tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.<br />
Vinieron curiosos
hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador,
que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie
le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago
sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del
Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su
corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía
dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que
se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho
despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de
naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices
de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los
dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para
entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.<br />
El ángel era el
único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba
buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de
las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las
alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor,
que, de acuerdo con la sabiduría de la vecina sabia, era el alimento
específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin
probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se
supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que
papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la
paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las
gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus
alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus
defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se
levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron
alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar
novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron
muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con
los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino
de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que
no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no
había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no
molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un
héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.<br />
El padre Gonzaga se
enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración
doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza
del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la
urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo,
si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas
veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con
alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de
los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a
las tribulaciones del párroco.<br />
Sucedió que por
esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del
Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se
había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para
verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que
permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y
examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la
verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero
y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su
figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los
pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la
casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque
después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso
abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago
de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas
de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca.
Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible
escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel
despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los
escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto
desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le
salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero
estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le
nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que
más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la
reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de
aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del
insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los
tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los
dormitorios.<br />
Los dueños de la
casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron
una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy
altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de
hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo
estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y
renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró
unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda
tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos
de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención.
Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en
su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la
pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y
estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño
aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero.
Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y
antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro
del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no
fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero
soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin
ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que
atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y
encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones,
que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró,
sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel
organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las
tenían también los otros hombres.<br />
Cuando el niño fue
a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían
desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por
allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un
dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía
estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se
desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada
Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel
infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario
se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y
ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo
le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el
cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas
delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas
veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni
siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los
ángeles muertos.<br />
Sin embargo, no
sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los
primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más
apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre
empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de
pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la
decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se
cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las
canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una
mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo,
cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces
se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras
tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco
de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con
aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban
asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro
de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las
últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de
buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla,
y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver,
porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario
en el horizonte del mar.</span></span>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-78051414584751151842016-06-06T17:44:00.003-07:002016-06-06T17:44:43.318-07:00UNA INDISCUTIBLE OFERTA (Héctor Torres)<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Dicen que la diferencia entre la propaganda política y la cuña publicitaria es que una vende esperanzas y la otra vende ilusiones. Las primeras parecen gratis (aunque son a crédito, y sus intereses podrían arruinar el futuro de varias generaciones), mientras las segundas son tan de contado como efímeras. Ambas atenúan neurosis y ansiedades, pero son migajas si se les compara con lo que venden las religiones, que es algo así como “una parcela en el cielo”.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Ninguna bagatela, como se ve.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Entre los católicos el trámite es sencillo y no exige mucho compromiso: basta arrepentirse periódicamente de los pecados (que esa periodicidad no le quite el sueño a nadie: De producirse un accidente, siempre se contará con el servicio express de la extremaunción). Eso y cultivar prácticas como la caridad, esa “virtud” basada en entregar lo que no se necesita a cambio de acumular puntos para el Título de Propiedad en una parcela que no se tiene.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
La caridad resulta la cantera perfecta para vivir de un mercado que siempre ha tenido demanda. Por eso, despertar la compasión del prójimo es el recurso de las decenas de pedigüeños profesionales que cada día, burlando la “seguridad del sistema”, penetran al metro para aplicarse a un negocio que, de contabilizarse, asombraría por sus cifras.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
En otras latitudes no es tan sencillo. Cuenta Henri Michaux, en Un bárbaro en Asia (1933), que en Europa —vale decir en todo Occidente, donde fecundaron variedades de esa religión que nació con el Cristianismo— basta un ciego pobre para despertar compasión. “En la India, si cuenta con su ceguera para enternecer, puede esperar sentado. No, que agregue a la ceguera rodillas deshechas, un brazo amputado, o a lo menos la mano, y cuanto más sanguinolenta mejor, luego una pierna de menos y la nariz comida, naturalmente. Su poco de baile de San Vito en lo que le queda, lo ayudará tal vez a presentarse con algún éxito”. No es fácil despertar lástima a gentes convencidas de que a cada uno le toca su destino.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Y aunque aquí el mercado es más emotivo, la saturación de la oferta ha producido una actitud muy parecida a esa indolencia, pero que en realidad es hastío. Consciente de eso, la respuesta del negocio ha sido variar periódicamente la propuesta.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
En la prehistoria están aquellos que solicitaban dinero blandiendo una ajada carpeta de manila, en cuyo interior se presumía un informe médico diagnosticando una urgente y costosa intervención quirúrgica. Allí el foco se concentraba en hacernos responsables de la “vida del niño”. Pero, dado que la naturaleza de ese chantaje lo hacía susceptible de caducar, pronto fueron desplazados por los que amenazaban vedadamente con una enfermedad contagiosa. Caminaban entre los usuarios hablando acerca de su hepatitis, su condición de HIV positivo, o alguna otra enfermedad que nadie había escuchado antes. ¿En qué momento —se preguntaban los usuarios— saldrá de su saco raído la jeringa colmada de sangre contaminada? Los que acababan “de salir de la cárcel, pero yo no quiero robar”, representaban una variante de esa modalidad. Y los que argumentaban ser “pacientes psiquiátricos del Hospital Universitario”, cuyo éxito radicaba en intimidar con una fugaz mirada nerviosa contrastando con sus modales suaves.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Luego de decenas de inminentes operaciones, tratamientos costosos y retornos al pueblo “del que nunca debí salir” (y hasta de propuestas clásicas, como la del tipo sin piernas que se arrastraba por los vagones aullando a su paso un cuidao con el mocho), un día el asunto se agotó, y se vieron ante la inédita situación de salir de vagones repletos sin haber escuchado el tintinear de monedas frotándose en manos compasivas.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Toda vaca se seca.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Pero el mercado siempre tiene capacidad de redefinirse, de detectar nuevas necesidades. Cuando todo parecía perdido, se montó a un vagón un hombre viejo, de cara ajada, barba rala y un pie de menos. Su discurso fue inesperado. Contundente. Dejó en claro que él no estaba pidiendo dinero para operarse el pie, “porque no me lo voy a poner de nuevo”. Tampoco para medicinas, “porque yo no estoy en tratamiento. No los voy a engañar como hacen los demás…”</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
¡Bingo! Este hombre renovó el oficio. No era lástima lo que vendía, era otra cualidad más escasa y más valiosa en estos tiempos: la honestidad. Hablaba tan fuerte como podía y lo hacía con más ánimo en tanto escuchaba la melodía que da sentido a su oficio, esas campanas secas que iban cayendo unas tras otras en su gorra. La gente entregaba las monedas con diligencia, como si sintieran que estaban poniendo su dinero en “manos honradas”.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Por ahí va la cosa en estos días. Por ahí y por conectar emocionalmente con el público. “Una Venezuela educada que me dé laj buenaj taldes” es el arranque del libreto de moda.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Son una raza, un gremio, una logia viral. Aprenden en la calle lo que los expertos en mercadeo deben cultivar en las aulas. Son eficaces. Apelan a elementales preceptos de antiguos pactos sociales, como la caridad y la solidaridad. Evocan una adulterada concepción del honor. Resucitan el espíritu de la aldea, del retorno a aquellos tiempos en los cuales todos se conocían y el problema de uno era el problema de todos.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Pero léase bien: apelan, reviven, evocan. La otra cara —la pragmática— del asunto es que son unos magos de la trampa, del timo, de la actuación. Conocen los manejos psicológicos de la persuasión y la extorsión emocional. Niños que nunca fueron niños, decrépitos ancianos de cuarenta que nunca llegaron a atracar en el muelle de la adultez, pacientes crónicos sin enfermedades pero con inquietantes sintomatologías, tullidos felices de sus ventajas comparativas (y corporativas).</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Multitud de habilidosos empresarios-comediantes que conocen muy bien las sagradas leyes de su negocio y sus herramientas más eficaces: la persuasión, el chantaje, la puesta en escena…</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Pero todo tiene su fascinante lectura hermética. Y en su caso pueden verse como una manada de ángeles roñosos que, si bien perdieron la capacidad de vender parcelas en el cielo, cumplen la secreta misión de hacer que, a cambio de unas monedas, cientos de viandantes anónimos lleguen a casa con la reconfortante sensación de que esa cena fría en soledad, esa chamba esclavizante y sin futuro, esa pieza sin ventana para siete, ese infierno que espera tras la puerta, no es lo peor que le espera a alguien. Que el más desnudo de los desamparos todavía no es, por fortuna, su más resignada certeza.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
Y a ese precio, esa tabla de salvación es una indiscutible oferta.</div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px;">
<br /></div>
<div style="background-color: white; color: #555555; font-family: 'Noto Sans', Arial, sans-serif; font-size: 16px; line-height: 1.7em; margin-bottom: 10px; text-align: right;">
Publicado en <strong>El Porta(l)voz</strong></div>
Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-55959357425127664082011-05-24T14:56:00.001-07:002011-05-24T15:00:54.696-07:00ORLANDO ARAUJO (Cartas a Sebastián para que no me olvide)<!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:donotpromoteqf/> <w:lidthemeother>ES</w:LidThemeOther> <w:lidthemeasian>X-NONE</w:LidThemeAsian> <w:lidthemecomplexscript>X-NONE</w:LidThemeComplexScript> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> <w:splitpgbreakandparamark/> <w:dontvertaligncellwithsp/> 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Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com18tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-24374693273910190662011-05-24T14:55:00.002-07:002011-05-24T15:00:32.323-07:00ORLANDO ARAUJO (Cartas a Sebastián para que no me olvide)<!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:donotpromoteqf/> <w:lidthemeother>ES</w:LidThemeOther> <w:lidthemeasian>X-NONE</w:LidThemeAsian> <w:lidthemecomplexscript>X-NONE</w:LidThemeComplexScript> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> <w:splitpgbreakandparamark/> <w:dontvertaligncellwithsp/> 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No tiene jaulas, sino el viento y las ramas.<br />Había una vez un azulejo preso y se murió sin brisa.<br />Había una vez otro y otro y otros azulejos. Por eso las montañas son azules cuando las ves de lejos, en las mañanas de tus viajes.<br />-“Déjame ver adónde vamos” –dijo el azulejo, y voló por todo el mundo. El mundo es una palmera de azulejos que aletean y pintan de azul los cielos de la vida.<br />Azulejo es un azul de lejos. Libertad es un azul de pueblos sin jaulas ni jauleros.</p>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com18tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-4187101131701680152011-05-24T14:55:00.001-07:002011-05-24T15:01:17.277-07:00ORLANDO ARAUJO (Cartas a Sebastián para que no me olvide)<!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:donotpromoteqf/> <w:lidthemeother>ES</w:LidThemeOther> <w:lidthemeasian>X-NONE</w:LidThemeAsian> <w:lidthemecomplexscript>X-NONE</w:LidThemeComplexScript> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> 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Tiene el aire que juega debajo de la mata de mango y los frutos de mejillas de oro con que regala a los niños más negritos del mundo.<br />-Señora, permiso<br />-¿Qué quieres?<br />-Un mango<br />-Entra, pero no me dejes las conchas en el patio.<br />Los árboles rodean la casa de la abuela, vienen sembrados desde el río y se inclinan con la brisa del atardecer, huelen las tejas lentamente adormecidos y van sabiendo de cada uno de nosotros; las acacias tienen la timidez de una pestaña y los helechos extienden un pálpito de manos sobre la redondez del aire. Un lagartijo aquí muy cerca hace el amor con una lagartija. Los dos son verdes, pero rojos. Y se muerden el cuello y refriegan temblorosamente contrapunteados por el sol del mediodía. Resuellan y se aman. Y se separan como si no se conocieran.<br />El patio de la abuela es un camino de piedras con ojeras. Y es la abuela, tan alta y extendida. Tan sonriente que parece que siempre amaneciera en cada una de las palabras que brotan desde el patio, como flores. Uno se va durmiendo poco a poco debajo de la piel de la abuela, en el patio de su manera que quererlo a uno.<br />Tiene todo lo que una abuela quiere tener:<br />Un patio, un árbol, una silla, un nieto y una flor. Por dentro tiene añales y caminos y cuentos de nunca contar. Se le ve en los ojos.</p>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com26tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-82538258929791049142011-05-23T17:13:00.000-07:002011-05-24T14:53:20.338-07:00ORLANDO ARAUJO (Cartas a Sebastián para que no me olvide)<p><strong>Un amigo (sección 1)<br /></strong></p> <p>Un amigo es el refugio de los miedos que sentimos noche y día, alguien que te mira sonriendo cuando tú lo hieres.<br />Un amigo te levanta cuando caes y no espera saber que te has caído. Es como si de pronto estás muy sólo y alguien te llama para decirte que lo esperes.<br />Un amigo es el guante de tu corazón cuando hace frío, el bolsillo donde guardas las cosas que no muestras, el abrigo contra la lluvia del odio, un pararrayos aun cuando no haya tempestad, y una tempestad si en la calma te atormentan.<br />Un amigo es el espejo donde tú eres él, no apagues esa luz y no le falles en cualquier oscuridad.</p> <p><strong><br /></strong> </p>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com42tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-85641852300249203262010-06-26T11:28:00.000-07:002010-06-26T11:42:22.790-07:00AL SUR DEL EQUANIL (Renato Rodríguez)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJkiTwPobb8UDC7w0UPw5_1CzLmuv6vIjbhc6KeHM7eUuk4QIpMiTa-CANQQ8xZ_Vi6aiLsIc4jSFs1Sga4ZMXXjBdTvCeTCvk5nmpF6X52hYXJ7aWKF6gUPluum2F1oh_6blO7Usrmafc/s320/Picture+11.png"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 203px; height: 180px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJkiTwPobb8UDC7w0UPw5_1CzLmuv6vIjbhc6KeHM7eUuk4QIpMiTa-CANQQ8xZ_Vi6aiLsIc4jSFs1Sga4ZMXXjBdTvCeTCvk5nmpF6X52hYXJ7aWKF6gUPluum2F1oh_6blO7Usrmafc/s320/Picture+11.png" alt="" border="0" /></a><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-size:130%;"><span style="font-weight: bold;">El violín de Tacho<br /><br /></span></span> </div><div class="textos" align="justify">Yo nunca supe el verdadero nombre de Tacho. Una vez le pregunté, me contestó con un raro gruñido; no volví a preguntarle más, podría haberse ofendido por mi curiosidad. Tacho era un hombre muy delicado. Una vez su hermano Nicomedes le increpó por el estado de semiebriedad en que se mantenía constantemente y él se sintió tan humillado que juró no volver a pedirle dinero a Nicomedes, ni siquiera en calidad de préstamo. Además, era más fascinante que fuera sólo Tacho y más de acuerdo con las costumbres de allá. Mi nombre nadie lo sabía, yo era sólo el hijo de Rafael y Chabolito era el hijo de Chabolo, a pesar de llamarse Ramón y de que Chabolo se llamaba Salvador y Tacho era Tacho y antes de ser Tacho tal vez fuera el hijo de... yo ni siquiera sé cómo se llamaba su papá.</div> <p align="justify">Tacho era músico, tocaba el violín con extraordinaria habilidad y Nino decía que incluso sabía leer música. Yo no sé si era un virtuoso, un gran músico, pero habilidad, eso sí que no se le podía negar, hasta un sordo se la habría atribuido; había que verlo ¡Cómo se movía! ¡Qué de raras contorsiones realizaba! Y todo, sentado en su silla de cuero de chivo sobre el tablado de los músicos que alegraban las fiestas. Cuando Tacho tocaba todo mi ser se concentraba en los ojos, ni le oía. Me parece estarlo viendo, en su silla, con sus ojos vidriosos medio muertos, sus dientes negros tal vez a causa de los pestilentes tabacos baratos que fumaba y su enorme nariz. Siempre con la misma actitud y su mismo aspecto; año tras año.</p> <p align="justify">Tacho tenía un violín que sobre mí ejercía una extraordinaria fascinación. Algo tenía aquel violín, sin embargo era, al parecer, igual a todos los violines que yo había visto ¡Cómo me habría gustado tocarlo! Pero yo, decididamente, no tenía habilidades para tocar el violín. ¡Cuántas veces ensayé con el violín de mi padre sin ningún resultado! Me convencí haciéndolo de que tocar el violín era muy difícil. Mi padre, según decían, tocaba muy bien y yo reconocía esa cualidad, pero algo le faltaba, porque a pesar de todo ni él ni su violín ejercieron nunca sobre mí, la fascinación del violín de Tacho.</p> <p align="justify">¡Cómo me gustaría ser como Tacho —me decía— poder tocar el violín así y poseer desde luego su violín! pero no su tristeza. Héctor y José me lo envidiarían y también Miguelito, el hijo de doña Josefa.</p> <p align="justify">Mi padre era muy aficionado a la música; frecuentemente Tacho y otros músicos de allá, venían a mi casa a tocar con él. Tacho no hablaba, se limitaba a comentarios musicales y bebía su copa silenciosamente. Una vez oí que mi padre le reconvenía en tono muy amistoso. "Has perdido mucho por tu afición a la bebida —le decía— Nicomedes y Juancho se sienten muy apenados por ti." Tacho guardaba silencio, parecía sentirse también apenado, como si le pesara haber desmerecido a los ojos de sus hermanos. En los días siguientes no dejó de embriagarse con la misma frecuencia de siempre.</p> <p align="justify">Me molestó descubrir que Francisco, el sobrino de Tacho, guardaba por él una profunda admiración. Yo empezaba a considerar a Tacho así como una cosa mía y muy a menudo me veía con su violín entre las manos. Cuando Francisco me reveló el secreto de su violín, encontré justificada su admiración.</p> <p align="justify">—Si mi tío Tacho —me dijo orgullosamente— hubiera seguido fabricando muebles, a lo mejor tendría hasta dinero.</p> <p align="justify">—¿Cómo? —pregunté— Tacho ¿Es carpintero?</p> <p align="justify">—Sí —me dijo Francisco sorprendido de que yo no supiera eso— y muy bueno; los muebles que tiene mi abuela son muy bonitos y fue él quien se los hizo. </p> <p align="justify">—Pero yo siempre le he visto con su violín —repliqué.</p> <p align="justify">—¡Ah —exclamó Francisco— y el violín también lo hizo él!</p> <p align="justify">No pude hacer ningún comentario. Mi asombro llegó a sus límites y mi admiración por Tacho creció infinitamente. ¡Oh! —pensaba—. Nunca podré tener un violín como el de Tacho, yo creía que todos los violines son hechos en Europa y resulta que aquí también se pueden hacer. El de mi papá tiene un letrero por dentro, un poco borroso, que dice <em>Cremonensis faciebat anno 1...</em> en letras como las del libro que siempre carga el padre Jacinto; él es alemán, a lo mejor el violín de mi papá también lo es, pero a mí, así y todo, me gusta más el de Tacho. Quizá cuando Tacho se muera me lo deje, pero ¿Y si se lo deja a Francisco?</p> <p align="justify">Me mandaron al colegio, creo que allí aprendí muchas cosas, no estoy muy seguro. Nunca pude olvidarme de Tacho. Algunos de mis compañeros aprendían a tocar el violín, yo no aprendí. Yo les oía desde el salón de estudio en sus fastidiosos ejercicios. Nunca —me decía— podrán hacerlo como Tacho y, mucho menos, tener un violín como el suyo. </p> <p align="justify">¿Qué será de Tacho? —pensaba alguna vez— ¿Beberá siempre tanto y andará por las calles tambaleante como los marineros en la cubierta de los barcos cuando la mar está picada? Seguro que siempre tiene la misma habilidad para tocar el violín, y lleva sus ropas arrugadas. ¿Cómo será la mujer de Tacho? Me sorprendía pensar en la mujer de Tacho, nunca le había conocido mujer. Era seguro que no la tenía, si no ¿Por qué andaba siempre tan desarrapado? ¿Qué clase de mujer sería esa que no le planchaba los pantalones ni le cepillaba la chaqueta ni el sombrero?</p> <p align="justify">Pasé varios años en el colegio y cuando terminé la secundaria volví allá. Mi padre siempre me había estado regañando por mi poco empeño en estudiar, pero no manifestó ninguna especial alegría cuando regresé con mi diploma en la mano. Mi madre estaba muy orgullosa de mí y algunas señoras me ponían como ejemplo para sus hijos. A mi padre como que le fastidiaba un poco la cosa. Él era músico, estaba acostumbrado a que se le acogiera. La vida, frecuentemente, es tan aburrida en esos lugarejos que los que tienen el don de alegrarla con música, chistes, coplas, son muy estimados; siempre alguien les está diciendo: Te invito a... </p> <p align="justify">Yo pensaba que con mi diploma en la mano, a pesar de no saber sonar nada, ni componer coplas, podría también incorporarme a la cofradía de notabilidades locales. No fue así; tal vez por el poco tiempo que permanecí allá. Tuve que marcharme después de las festividades locales a seguir estudiando en la universidad.</p> <p align="justify">Ese año fui por primera vez en mi vida a las fiestas, antes no me dejaban ir, coincidían con la época de luto anual por la muerte de mi tío, veinte años atrás, justo el día de la feria. La gente no lo habría visto con buenos ojos. ¡Qué descaro —habrían dicho— el hijo de Rafael en la fiesta! ¡En el aniversario de su tío! Para mí aquello era un poco oscuro, privarme de la fiesta por alguien a quien ni siquiera había conocido.</p> <p align="justify">La fiesta se celebraba en un pequeño villorrio vecino, pero como el santo patrono de la misma gozaba de la devoción de los habitantes de una extensa zona, la considerábamos como cosa propia. Era de ver aquel gentío llegando por los medios más dispares de transporte, en auto, en barco, en caballos, a pie. Y eran de verse todos los preparativos que desde muchos días antes empezaban a hacerse y la increíble actividad que empezaban a desplegar esas gentes, de ordinario tan reposadas y calmosas. Era la ocasión que esperaban todos para estrenar trajes, zapatos, sombreros; para remozar la apariencia de sus casas con una buena mano de pintura. Eran los tiempos de la abundancia, los sastres, los zapateros, los pintores, no daban abasto; un ejército de músicos hacía su aparición. A veces los talleres habituales no eran suficientes y surgían algunos improvisados que desaparecían una vez pasada la gran fecha. Se hacían suficientes utilidades como para equilibrar en los presupuestos los escuálidos ingresos del resto del año. Entre todo ese gentío iba también Tacho, violín en mano. El día anterior era horrible. Todo el mundo iba a cortarse el pelo y los barberos quedaban extenuados, no sólo los habituales del pueblo, sino también los que llegaban para la ocasión, muchos de los cuales no habían encontrado local para instalarse y ejercían su oficio a la sombra de los frondosos árboles de la plaza.</p> <p align="justify">En el villorrio surgían como por ensalmo lugares de diversión, bailes populares, juegos de azar, bazares provistos de toda clase de chucherías, puestos de refrescos, restaurantes. En un sitio despejado se instalaba el <em>carrousel</em>, con tigres, perros, leones, jirafas, caballos, lujosamente enjaezados, que daba vueltas y vueltas gracias a un complicado mecanismo que multiplicaba la fuerza de dos peones. También, en un lugar discreto, surgía el llamado "Baile de las putas".</p> <p align="justify">Y allí, en el mejor de los bailes por supuesto, estaba Tacho, en una silla de cuero, sobre el tablado de los músicos, quien con su gran nariz, sus dientes negros, sus ojos tristes medio muertos ya y su aspecto general como de quien ha dormido vestido, hacía sonar con la misma habilidad de siempre su raro violín.</p> <p align="justify">Días después, antes de irme a la universidad, marchaba por la calle con ganas de ir a ver a Tacho y vi a Francisco, que muy agitado venía hacia mí a toda carrera.</p> <p align="justify">—Francisco —le grito— ¿Qué te pasa?</p> <p align="justify">—Tacho, mi tío Tacho —me dijo Francisco sin detenerse— voy a avisarle a mi abuela.</p> <p align="justify">Yo corrí rápidamente hacia el cuarto de tacho, situado en la planta baja de la casa de Evaristo Pérez. A lo mejor ha bebido más de la cuenta y se ha golpeado —pensaba— ¿Quién le manda a beber tanto? Y me acordaba del día de la fiesta, en que yo me había emborrachado y de lo mal que me había sentido y de cómo me habían reñido en casa. Pero él —me decía— ni mujer tiene ¿Quién le va a reñir?</p> <p style="text-align: justify;">Llegué a la casa, había varias personas allí congregadas, me abrí paso bruscamente y entré. De un golpe de vista lo contemplé todo. Por lo menos veinte botellas vacías en el suelo, algunas rotas, el ropero y un pequeño estante con libros en total desorden. De una de las vigas del techo pendía una cuerda y en el extremo se balanceaba Tacho con los ojos abiertos, sin expresión ninguna, y una mueca que a mí me pareció una burla a ciertas ambiciones de mi infancia cuando posé los ojos, primero en la caja del violín, en el suelo vacía, y luego en la cama, donde estaba el violín de Tacho completamente destrozado.</p>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com46tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-86247962795798508452010-06-05T20:48:00.000-07:002010-06-05T20:51:31.139-07:00AL ABUELO CON CARIÑO (Eduardo Liendo)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://farm4.static.flickr.com/3034/2936757906_ed8d77594f.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 216px; height: 301px;" src="http://farm4.static.flickr.com/3034/2936757906_ed8d77594f.jpg" alt="" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;">Yo tenía grandes esperanzas en los papeles del abuelo, durante veinte años lo espié furtivamente mientras escribía. Aprecié su solemnidad, la religiosa manera de lavarse las manos con jabón azul y luego frotarlas con agua de colonia antes de comenzar a escribir. Sus terribles impreciaciones cuando los demonios no se hacían presentes. Sus estados de profundo éxtasis cuando el aura creadora resplandecía encima de su potente testa como una tenue luz ambarina. Los momentos de trance en los que la pluma fuente permanecía en el aire en suspenso, como un caballo que se dispone a dar un jaque al rey apuntando también mortalmente a una torre y, sobre todo, el sigilo para guardar aquellas ojas en la gaveta después de cada agotadora jornada. No quedaba duda acerca de la potencial trascendencia de aquellas páginas.<br /></div><div style="text-align: justify;">Desde muy joven yo tenía la absoluta certeza de que nunca serviría para nada. Nunca me engañé con mis propias torpezas, pero para entonces ya el abuelo había cumplido ochenta años y llevaba adelante su obra con ejemplar vitalidad. Se comparaba a sí mismo con una araña tejedora que cada noche (el abuelo era noctámbulo) extendía su red. Gozaba de una voluntad flaubertiana a prueba de inconsecuencias. Puedo asegurar que mi interés en sus papeles nunca fue malévolo. Primero admiré esa facultad suya para la entrega total, como si el porvenir del mundo descansara en ese febril legado literario. Más tarde experimenté una creciente curiosidad por conocer el contenido de aquel inacabable manuscrito, hasta que indiscretamente apareció la idea de apropiarme del mismo inmediatamente después de que el abuelo estirara la pata. ¡Dios lo tenga en su gloria!<br /></div><div style="text-align: justify;">La verdad, no creo que haya sido en esta treta muy original, no es muy difícil imaginar que tras de muchos relucientes nombres literarios hay una íntima y secreta historia de fraternos saqueos y amables plagios post mórtem. Sólo así puede explicarse la existencia de tipos grises y hasta medio imbéciles que, sin embargo, gozan de la autoría de un libroi extraordinario. Yo no sería en ningún caso el primero en tomar el cartapacio de un amable difunto. Claro, no todos tienen la fortuna de tener un abuelo tan genial como el mío. Además, su vida estuvo preñada de peripecias interesantes que ni remotamente ocurrieron en la mía. Pero no fui un egotista, en íntimo reconocimiento le dediqué la obra, y una de las frases suyas que prefiero la estampé como epígrafe conservando, por supuesto, su firma. Dice así: «Cuídate del falso resplandor de los espejismos nocturnos. Edmundo Lira». Sobre decir que gracias a él soy una pluma consagrada.</div>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com39tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-57165021047112673502010-05-25T19:19:00.000-07:002010-05-25T19:38:40.697-07:00LOS MÉTODOS NECESARIOS (Juan Calzadilla)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.elboletin.net/wp-content/uploads/2009/07/juancalzadilla_jpg.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 203px; height: 287px;" src="http://www.elboletin.net/wp-content/uploads/2009/07/juancalzadilla_jpg.jpg" alt="" border="0" /></a><br />las costumbres han hecho de mí<br />un hombre abominable<br />impaciente, aguardo todo el día como un funcionario<br />privado del sueño a quien se le obliga a permanecer amarrado<br />eternamente a su silla<br />el empresario ha cubierto el cielo con un paraguas ha hecho<br />[del mundo<br />un lugar apto para un crimen ha reducido increíblemente<br />[a los<br />hombres al tamaño de una bala<br />más valdría hacer algo, te digo<br />dispararlos, remover los escombros para buscar una salida<br />[olvidar todo<br />propósito inconcebible y construir la felicidad a cualquier<br />[precio<br />y del modo más inmediato con tablas de toda ley de todo<br />[naufragio<br />de toda ferocidad para tener sobre qué morir el día venidero<br />y adaptar esa muerte a un fin necesario hecho a su propia<br />[medida<br />reducir la dicha a términos humanos como mueble<br />que entra por casa de pobre<br />y crearla en nombre de todos<br />por todos los medios que estén a la vista por los medios lícitos<br />e ilícitos por medio del bien y por medio del mal<br />utilizando todos los métodos, los métodos pacíficos y los<br />[métodos bélicos<br />por los métodos más violentos incluyendo el suicidioIndira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com39tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-88133962962083287932010-05-15T15:59:00.000-07:002010-05-15T16:21:31.820-07:00JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE<div style="text-align: center;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_rsPcG_C-qcY/SXOfbY8p3vI/AAAAAAAAOdE/nzsNVgEbUKs/s400/Jos%C3%A9AntonioRamosSucre.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 222px; height: 280px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_rsPcG_C-qcY/SXOfbY8p3vI/AAAAAAAAOdE/nzsNVgEbUKs/s400/Jos%C3%A9AntonioRamosSucre.jpg" alt="" border="0" /></a><br /><span style="font-weight: bold;">ENTONCES</span></div><p align="justify"> Sueño que sopla una violenta ráfaga de invierno sobre tus cabellos descubiertos, oh niña, que transitas por la nevada urbe monstruosa, a donde todavía joven espero llegar, para verte pasar. Te reconoceré al punto, no me sorprenderán tu alma atormentada y exquisita, tu cuerpo endeble ni tu azul mirada; he presentido tus manos delicadas y exangües, he adivinado tu voz que canta y tu gentil andar. El día de nuestro encuentro será igual a cualquiera de tu vida: te veré buscando paso entre la muchedumbre de transeúntes y carruajes que llena con su tumulto la calle y con su ruido el aire frío. La calle ha de ser larga, acabará donde se junten lejanas neblinas; la formará una doble hilera de casas sin ningún intervalo para viva arboleda; la harán más tediosa enorme edificios que niegan a la vista el acceso al cielo. Lejos de la ciudad nórdica estarán para entonces los pájaros que la alegraban con su canto y olvidado estará el sol; para que reine la luz artificial con su lívido brillo, la habrán sepultado las nubes, cuyo horror aumenta la industria con el negro aliento de sus fauces.</p><p align="justify"> Entonces y allí será la última hora de esta mi juventud transcurrida sin goces. Habré ido a experimentar en la ciudad extraña y septentrional la amargura de su despedida y el desconsuelo de su eterno abandono. Para sufrir el ocaso de la juventud ya estaré preparado por la partida de muchas ilusiones y el desvanecimiento de muchas esperanzas. En mi memoria dolerá el recuerdo de imposibles afectos y en mi espíritu pesará el cansancio de vencidos anhelos. Y ya no aspiraré a más: habré adaptado mis ojos al feo mundo, y cerrado mi puerta a la humanidad enemiga. Mi mansión será para otros impenetrable roca y para mí firme cárcel. Estoico orgullo, horrenda soledad habré alcanzado. En torno de mi frente flotarán los cabellos grises, cual la ceniza de huérfanos hogares.</p><p align="justify"> De lejos habré llegado con el eterno, hondo pesar, el que nació conmigo en el trópico ardiente y que me acompaña como conciencia de vivir. Un pesar no calmado con la maravilla de los cielos y de los mares nativos perpetuamente luminosos, ni con el ardor ecuatorial de la vida, que me ha rodeado exuberante y que sólo en mí languidece. Los años habrán pasado sin amortiguar esta sensibilidad enfermiza y doliente, tolerable a quien pueda tener la única ocupación de soñar, y que desgraciadamente, por el áspero ataque de la vida, es dentro de mí como cuerda a punto de romperse en dolorosa tensión. La sensibilidad que del adverso mundo me hace huir al solitario ensueño, se habrá hecho más aguda y frágil al alejarse gravemente mi juventud con la pausada melancolía de la nave en el horizonte vespertino.</p><p align="justify"> Al encontrarte, quedaremos unidos por el convencimiento de nuestro destierro en la ciudad moderna que se atormenta con el afán del oro. Ese día, demasiado tarde, el último de mi juventud, en que despertarán, como fantasmas, recuerdos semimuertos al formar el invierno la mortaja de la tierra, será el primero de nuestro amor infinito y estéril. Unidos en un mismo ensueño, huiremos del mundo, cada día más bárbaro y avaro. Huiremos en un vuelo, porque nuestras vidas terminarán sin huellas, de tal modo que éste será el epitafio de nuestro idilio y de nuestra existencia: pasaron como sonámbulos sobre la tierra maldita.</p><a href="http://www.poemasde.net/la-verdad-jose-antonio-ramos-sucre/" title="Poema La Verdad de José Antonio Ramos Sucre"></a>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com40tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-55276596018442578672010-04-27T06:34:00.000-07:002010-04-27T06:35:48.008-07:00Marcucho el modelo (Leoncio Martínez)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZrH9Hqa4dATh3ETTNhLqtuIzdAmvN68tx-jANAlgaHEQ18AlU1ZnXFwGaooyM9V6tFU0Z2Uc6AX0jFQqtGZSWTh3hxlXXXeIGSeeHA9I-oI5b4rYX8EuZ1IQwLvv0mFsF5m9_J2H6OeW3/s400/leoncio_martinez.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 247px; height: 293px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZrH9Hqa4dATh3ETTNhLqtuIzdAmvN68tx-jANAlgaHEQ18AlU1ZnXFwGaooyM9V6tFU0Z2Uc6AX0jFQqtGZSWTh3hxlXXXeIGSeeHA9I-oI5b4rYX8EuZ1IQwLvv0mFsF5m9_J2H6OeW3/s400/leoncio_martinez.jpg" border="0" alt="" /></a><br /><br />Cuadrado de espaldas, liso y apelmazado el cabello, que se partía en una raya recta, casi sobre la sien izquierda, teniendo en el color un vago reflejo ambarino del indio ancestral, Marcucho, el modelo de la Escuela de Pintura, a primera vista confundíase con un mandadero cualquiera, con un individuo sin relieve ni importancia, acostumbrado a cargar carretilla, o a encorvarse bajo la mole de los fardos.<br /><br />Su estura baja, sus blusas de dril descoloridas entre los estrujones de la batea y la caliente opresión de la plancha, sus manos entretejidas de gruesas venas y siempre colgantes, congestionadas al peso de la sangre, no revelaban la menor particularidad que pudiera destacarlo junto a los demás hombres de su clase.<br /><br />Pero, Marcucho era un elemento primordial de belleza para el grupo de aquella incipiente Academia. Cuando, despojado de la ropa, subíase a la tarima del modelo, asumía a los ojos de los estudiantes proporciones inconmensurables. Desnudo crecía. Adquiría una alteza espectacular de ilímites proporciones parapara los alumnos, que lo miraban, con los párpados entrejuntos, lamiendo con la vista los variables secretos de su armoniosa contextura. Al saltar a la tarima, en ágil pirueta que hacía sonar la tabla al golpe de los talones, y al erguirse en una pose preparatoria impensada, dijérase que con un impulso muscular se estiraba como si recóndito sentido de la plástica lo magnificara, lo elevase de su condición vulgar de hombre de pueblo a una simbólica serenidad de sacerdocio y de mando.<br /><br />El cajón destartalado prtestábale trono. Dominando su cabeza por sobre todos los que le rodeaban, cualquiera que entrase al salón en horas de estudio lo primero que vería al abrir la puerta era a Marcucho, imponente e inmóvil como un dios o pensativo y ceñudo como un personaje de tragedia griega o a veces en una contorsión resignada de mártir cristiano.<br /><br />Los demás, en torno suyo, doblegados sobre los caballetes o sobre las tablas de dibujo, parecían venerarle sumidos en devoto silencio.<br /><br />Al chischibeo del carboncillo o los pinceles sobre el grano del papel y de la tela, buscaban fijar el contorno estatuario, apresar en líneas firmes la amplitud del torax, abombado al ritmo de la respiración potente; el torso lleno y duro como una montaña; la red de sus músculos pujantes sin alardes, eslabonados en suaves declives, la cadera saliente y brava, las piernas sólidas...<br /><br />O en afán ferviente perseguían —ya logrado el trazo— en la reciedumbre de la masa los secretos del claroscuro que torturan y enfebrecen al artista y que en el cuerpo moldeado de Marcucho ascendían hasta los tonos cálidos del cobre, envolviéndose en grises mortecinos, en dulces ocres, con reflejos azulusscos y verdores inasibles, valores que mezclaban, se desvanecían, se profundizaban en la gama e iban a ahogarse en las frescas oquedades del rojo de Venecia y del sepia. La cabeza retostada, asoleada, se cortaba la base del cuello en una línea precisa como plumaje tornasol en el cuello de las palomas montañeras; luego los hombros, el pecho, el vientre, lividecían en tenues luminosidades que resbalaban a flor de piel, iban a dividirse en las piernas, como la orquesta de un río de aguas opalescentes bifurcadas por un islote fértil y sombrío, desvanescencias relamidas que se arremilinaban en el nudo rosáceo de las rodillas.<br /><br />Abajo, más abajo, los calcañares donde engañosos bermellones fundidos entre sombras, con las vetas protuberantes de arterias y nervios, le daban la fortaleza y el apoyo de un zócalo rotundo. Y los pies, pesados como cimientos.<br /><br />Para los presuntos artistas, el cuerpo de Marcucho era un universo de cotidianos hallazgos.<br /><br />¿En qué pensaba Marcucho, mientras encaramado en la tarima aguantaba inconmovible las horas de pose de la Escuela? En ese largo ocio mental, donde las ideas se adormecen como bajo la influencia de un exceso de cigarrillos, ¿qué visiones, qué recuerdos, qué propositos pasarían en lenta tornavolta por la mente del modelo?<br /><br />En los descansos, sentado al extremo del cajón, con las manos entrecruzadas sobre las rodillas, ¿era cansancio, resignación o menosprecio de toda voluntad lo que doblegaba su espalda y hundía su barba entre los pulgares, dilatando sus pupilas en abstracto espionaje del vacío?<br /><br />Silencioso, aliviando su forzada inmovilidad en otra inmovilidad nueva, Marcucho parecía reflexionar o idiotizarse en la monotonía de su trabajo al igual que un burro de noria.<br /><br />Pero no: Marcucho había nacido para aquello. Amaba instintivamente su oficio, se sentía partícipe de la obra de arte como el tipógrafo incluye algo de su ser en las ideas que compone. Amaba su tarima como aquel se apega al chivalete, como el marino al barco; y, como el marino, al erguirse en su cajón, pensárase de pie en una proa escrutando escrutando, fijo, lejanías de horizontes de donde hubieran de surgir fantasmagóricas corporizaciones de antiguas leyendas.<br /><br />Había nacido predestinado. La mano modeladora de la greda humana le hizo una caricia antes de echarlo al mundo y ennobleció su barro tosco. Ya consustanciado con la belleza esencial, al hacer un movimiento elástico, al caer como involuntariamente en una actitud eurítmica, sonreía satisfecho y orgulloso si algún estudiante entusiamado exclamaba:<br /><br />—¡Qué bien está así!... ¡Quédate así!<br /><br />Y sonreía también, sin perder la posición, a las bromas habituales de los pintorcetes:<br /><br />—Marcucho, no muevas la oreja izquierda.<br /><br />—No engurruñes el dedo gordo, Marcucho.<br /><br />—Caray, Marcucho si que tiene la piedra del zamuro para las mujeres. ¡Dios como que le echó la bendición con la zurda!<br /><br />Y reprimía la carcajada, moviendo sólo el vientre, cuando un dicharacho obseno estremecía la parvada estudiantil alborotándola en cacareo de gallinero.<br /><br />Cumplía su trabajo con severidad de ritual. En ocasiones iba de caballete en caballete observando las "academias". MIarba los dibujos y luego se miraba sus propios brazos y sus piernas, en comparativo conocimientode su cuerpo como si se lo supiera de memoria y lograra verse entero a sí mismo. Su espejo multifaz, durante años de años, lo tuvo en las tablas de dibujo y parecía exponer un gesto desaprobatorio cuando alguno lo reflejba deforme o sin semejanza. Y, con humildad, preguntando: "¿lo necesita?", solía pedir un estudio que le gustara entre las innumerables imagenes suyas que poblaban la Escuela, clavadas por aquí y por allá o tiradas por el suelo, para llevarselo a "su pieza" cuyas paredes era un museo unipersonal de sí mismo.<br /><br />Ya para los últimos tiempos, Marcuchose entregó al alcohol. Bebía demasiado. Las facciones se le fueron abotagando, enflaqueció algo y los tonos rojos de su encarnadura se iban tornando más calientes. A veces, al tomar la posición lo sacudía un latigazo nervioso, pero, luego, en pie, apoyado en la vara, se mantenía rígido, sereno, delatándolo sólo un casi movimiento giratorio, como el de una peonza.<br /><br />Por fin un día, después de tantos años de haber sido el modelo predilecto, el único, Marcucho faltó a las sesiones y al cabo de una semana llegó a la Escuela la notici deplorable para todos: había muerto en el Hospital.<br /><br />Pulpa de anonimia, corazón sin amores inmediatos, balza a la deriva, su cuero sepulcral no dio con el puerto y encalló sin reclamo sobre la mesa del anfiteatro; él, que había servido para que lo estudiaran por fuera, se ofrecía íntegro en el momento de abandonar la vida para que lo estudiaran por dentro, como esos muñecos sin más voluntad que su destino, a los cuales los niños curiosos, hastiados de jugar con ellos, les sacan el aserrín.<br /><br />LLegó el profesor seguido de los estudiantes a la clase de anatomía práctca. Rodearon el cadaver y comenzó la postrera lección de dibujo para Marcucho, que, inmóvil más que nunca, resistía la pose definitiva. Comenzó la lección y los bisturíes afilados como carboncillos iniciaron el trazado, ya no sobre el papel y el lienzo, sino sobre aquellos mismos músculos moliciosos, siguiendo la red de nervios, perforando la carne empalidecida, abriendo como las páginas de un libro secreto el pecho magnífico... En medio de su perorata didáctica y de sus minuciosas explicaciones, el profesor se empinó en un súbito ¡oh!... Y después de una pausa, alargóa la exclamación acomodándose las gafas: —¡Oh, que anatomía tan estupenda la de este hombre! ¡Vean ustedes qué admirable! ¡Debe tener un esqueleto precioso, precioso!<br /><br />Los discípulos se inclinaron sobre el muerto siguiendo la lección del maestro, como sobre un mapa. El profesor se entusiasmaba con los músculos, las arterias, las vísceras. Lo iluminaba un gozo risueño y sapiente. E interrogó:<br /><br />—¿Este cadaver no tiene reclamantes?<br /><br />—No tiene ni familia —respondió un estudiante burlón.<br /><br />—Pues, vamos a aprovecharlo; en la sala de anatomía de la Universidad, prosiguió el maestro, nos hace falta un buen esqueleto: este es un bello esqueleto, ¡perfecto!<br /><br />Era la consagración total de Marcucho. Los estudiantes se dieron de nuevo a la; desbarataban articulaciones, desprendían miembros completos, limpiaban huesos hasta dejarlos mondos, encumbraban montículos de carne sanguinolenta en sugestiones de matadero.<br /><br />Ya de Marcucho no queda sino una masa fragmentaria. Pero, luego apartaron con cuidado su osamenta, la calavera de ojos estupefactos y sin luz los fémures gruesos como piernas de buey...<br /><br />Y, más tarde, en procedimiento macabro que legaliza la augusta ciencia, lo cocinaron, lo hirvieron, pulieron sus huesos como valioso marfiles, armaron de nuevo el esqueleto, soldando y embisagrando las piezas y allí, en el anfiteatro de la Universidad, dentro de una larga caja, colgando por el centro del cráneo con un alambre de acero, está Marcucho, sin carne, sin nervios, sin vida, en su última pose, predestinado a servir hasta más allá de la muerte para el estudio de la belleza y del dolor, porque antes de echarlo al mundo la mano modeladora de la greda humana le hizo una caricia y enalteció su barro tosco.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com60tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-12791070989821786122010-03-05T04:41:00.000-08:002010-03-05T04:44:45.611-08:00CUENTOS BREVES<span style="font-weight:bold;">LINGÜISTAS<br />Mario Benedetti (Uruguay)</span><br />Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática. <br />De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica: <br />¡Qué sintagma! <br />¡Qué polisemia! <br />¡Qué significante! <br />¡Qué diacronía! <br />¡Qué exemplar ceterorum! <br />¡Qué Zungenspitze! <br />¡Qué morfema! <br />La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. <br />Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".<br /><br /><br /><span style="font-weight:bold;">ERNESTO EL EMBOBADO<br />José María Méndez (Salvador)</span><br />Elena Estévez -española extremeña- era extraordinariamente elegante, exquisita. Emanaba efluvios enervantes; evidenciaba energía, espíritu. En escueto elogio: encantaba. Encontrándola empezaba el embrujo. Esto experimentó Ernesto Echegoyén, emigrante europeo, ex emperador estoniano. Enamoróse. <br />Encontrábase entonces Ernesto en el Ecuador, en “El Exeter”. Ella emergió en el espejo, esplendorosa, escotada, envuelta en encajes. Efectivamente estaba en escalera. <br />Enardecido, exaltado, Ernesto empezó espetándole exabruptamente escandaloso exordio: <br />¡Escaso ejemplar!<br />Ella, endiabladamente elástica, escapó, envolviéndolo en enigmático ensueño. <br />Ernesto estaba ebrio, en eclipse, en el Edén.<br />Elenita empezó esquivándolo. Empero enseguida entendiéronse. Escarceos en esquinas. Enternecidas epístolas. Enojos, explicaciones. Ensueños, éxtasis, etcétera. <br />Epílogo: enlace.<br /><br /><br /><span style="font-weight:bold;">MUERTE DE UN RIMADOR<br />Otto Raúl González (Guatemala)</span><br />Agapito Pito era un rimador nato y recalcitrante. Un buen día viajó a un extraño país en donde toda rima, aunque fuese asonante, era castigada con todo rigor incluyendo la pena de muerte.<br />Pito empezó a rimar a diestra y siniestra sin darse cuenta del peligro que corría su vida. Veinticuatro horas después fue encarcelado y condenado a la pena máxima.<br />Considerando su condición de extranjero, las altas autoridades dictaminaron que podría salvar el pellejo solamente si pedía perdón públicamente ante el ídolo antirrimático que se alzaba en la plaza central de la ciudad.<br />El día señalado, el empedernido rimador fue conducido a la plaza y, ante la expectación de la multitud, el juez supremo del tribunal le preguntó:<br />—¿Pides perdón al ídolo?<br />—¡Pídolo!<br />Agapito Pito fue linchado ipso facto.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com41tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-70860533075590714422010-02-21T05:38:00.000-08:002010-02-21T06:15:34.753-08:00Elí Galindo (San Baudelaire)LA TRIPULACIÓN LLORÓ<br /><br />Fieles a los accidentes del Litoral<br /><br />la tripulación lloró al alba<br /><br />como cualquier ser viviente<br />se internó mucho tiempo<br />entre las lágrimas<br /><br />frente a la tierra firme<br />lavó su rostro y le dio gracias<br />al Dios castellano<br /><br />sus gemidos parecían gorjeos de un<br />ave muda<br /><br />Los hombres avistaron a los nativos<br />eran de piel de bronce o de cera<br />sus mujeres eran bellas<br />y los niños vivaces atrevidos<br /><br />aunque éramos de mundos distintos<br />serenísimos cristianísimos muy altos<br />excelentes y poderosos príncipes<br /><br />todo era una maravilla<br /><br />lo que volaba lo que nadaba<br /><br />lo que más allá se arrastraba<br /><br />escasean en nuestros idiomas colores<br /><br />para nombrar los matices<br /><br />de este mundo<br /><br /><br />LOS PRETENDIENTES<br /> A Natalia<br /><br />Dime Antinoo<br />qué sentiste cuando el viejo Odiseo<br />tensó su arco<br />y sonó aquella flecha en el cielo<br /><br />Dime Antinoo<br />tú que eras el más audaz<br />entre nosotros<br />y que ahora después de la muerte cruel<br />permaneces con la lengua enterrada<br />Dime si no es cierto<br />que por aquellos pelados cerros <br />de San Sebastián de los Reyes<br />jamás pasó hembra igual<br /><br /><br />LA NIEBLA ES CRUEL<br /><br />La niebla es cruel<br /><br />Borra sin dar marcha atrás<br />mi vida<br /><br />Así la increpe duramente<br />va solitaria<br />sobre las cosas que amé<br /><br />Yo le pregunto incansablemente<br />por mi vieja casa<br />dónde los animales<br />las colinas de yerbas rebosando<br />dónde el viejo maravilloso país<br />que pasara de los ojos de mi padre a los míos<br /><br />Pero la niebla es cruel<br /><br />Mi universo que sopla de este a oeste<br />como el sol cuando es joven<br />es asaltado<br />por ese gavilán cuyas garras<br />rompe el firmamento que me techa<br /><br />Qué puede contra la superficie<br />de una garra en vuelo<br />Desalojado<br />siento a la luna elevar líquido de mis ojos<br /><br />Qué decirle a mis pequeños<br />de todo esto<br />Qué a mis cachorrosIndira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com48tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-85930682506123504532010-01-27T05:16:00.000-08:002010-01-27T05:25:44.506-08:00MÁRMOL EN POLVO (Alfonso Gumucio Dagron)La plaga comenzó y terminó en el Palacio Temporal. Fue el día aquel de los fuegos artificiales, cuando el Sargento Martínez, Jefe de Cocina, bajó a la cava de vinos para buscar una botella de Nuit St. Georges 1943. Andaba bastante falto de equilibrio luego de haber descorchado y probado las catorce botellas precedentes, de manera que en el pasillo del sótano oscuro iba rebotando entre las paredes de mármol. Fue entonces que, al apoyar una mano a tientas, sintió que el muro se hundía esponjoso cual si se hubiera reblandecido tanto como él a causa del vino.<br /><br />Al día siguiente los empleados comentaron la huella de una palma de mano impresa en el mármol con todos los detalles, incluyendo la línea de la vida quebrada mucho antes de tomar la curva de la longevidad. El Sargento Martínez no recordaba nada y el incidente pasó al olvido hasta que se reprodujo un mes más tarde y luego casi cotidianamente, a plena luz del día y sin que mediaran botellas de vino. Los pilares de mármol en el primer piso del palacio perdieron de pronto su personalidad de hielo, los muros se reblandecieron como cal mal fraguada y comenzaran a desmoronarse al menor contacto.<br /><br />Los expertos llegados de Italia estaban a punto de atribuir el mal del mármol al sofocante calor del trópico, que amenazaba con desmoronados a ellos, pero fue entonces que, encerrados con un microscopio en la cámara frigorífica, encontraron en el polvo de una vena de mármol los huevos de un gusano diminuto. Nada pudieran contra él. Todas las mezclas de insecticida fueron inútiles y ni siquiera impidieran que el rumor se regara por la capital y luego por la provincia, provocando gran regocijo popular y un motín en la guarnición fronteriza.<br /><br />El gusano multiplicado incesantemente continuó su prolífica labor. El mármol local y el importado de Carrara cedían por igual cancerados por diminutas porosidades, túneles comunicantes, inexpugnables laberintos microscópicos. No había noche que no se derrumbara un pilar con su silenciosa manera de polvo, inutilizando progresivamente los lugares más ostentosos del Palacio Temporal. Más de una vez el Jefe de Guardia sorprendió a los empleados y al propio Sargento Martínez derribando de un soplido los pilares, al amparo de la oscuridad.<br /><br />El día que el palacio entero se vino abajo lo hizo sin estrépito, como si la inmensa nube de polvo hubiese ahogado las vibraciones sonoras. Todo lo que se vio, desde lejos, fue el hongo que se elevaba silencioso, transfigurándose progresivamente en un árbol un paraguas, un arcoiris seco. Al asentarse un mes más tarde, el polvo blancuzco resultó tener un alto valor nutritivo como alimento balanceado para gallinas, quizás por el mineral del mármol, quizás por la carne de los gusanos microscópicos, quizás por los nutrientes del último dictador que allí desapareció con toda su descendencia.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com49tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-30102521187800148532010-01-10T12:54:00.000-08:002010-01-10T13:04:01.600-08:00EL VIAJERO (Emilia Pardo Bazán)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvZOOkfPMzOognI94VJ5k826s4eZKwQUs0PGIyxkq3HOlZlSu9VO7bWMsUF_9pTaB3F-XT_8xiqtWecxNI8ndywXRJQZiXKUCnPk70dlbXZkqH_abZyo_fMuySgKhqfgHQCwkquRxBKds9/s400/emilia.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 300px; height: 399px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvZOOkfPMzOognI94VJ5k826s4eZKwQUs0PGIyxkq3HOlZlSu9VO7bWMsUF_9pTaB3F-XT_8xiqtWecxNI8ndywXRJQZiXKUCnPk70dlbXZkqH_abZyo_fMuySgKhqfgHQCwkquRxBKds9/s400/emilia.jpg" alt="" border="0" /></a>
<br /><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 12"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 12"><link style="font-family: times new roman;" rel="File-List" href="file:///C:%5CUsers%5CINDIRA%7E1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><link style="font-family: times new roman;" rel="Preview" href="file:///C:%5CUsers%5CINDIRA%7E1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_preview.wmf"><!--[if gte mso 9]><xml> <o:documentproperties> <o:version>12.00</o:Version> </o:DocumentProperties> </xml><![endif]--><link style="font-family: times new roman;" rel="themeData" href="file:///C:%5CUsers%5CINDIRA%7E1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx"><link style="font-family: times new roman;" rel="colorSchemeMapping" 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El viento silbaba medroso y airado, la lluvia caía tenaz, ya en ráfagas, ya en fuertes chaparrones; y las dos o tres veces que Marta se había atrevido a acercarse a su ventana por ver si aplacaba la tempestad, la deslumbró la cárdena luz de un relámpago y la horrorizó el rimbombar del trueno, tan encima de su cabeza, que parecía echar abajo la casa. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Al punto en que con más furia se desencadenaban los elementos, oyó Marta distintamente que llamaban a su puerta, y percibió un acento plañidero y apremiante que la instaba a abrir. Sin duda que la prudencia aconsejaba a Marta desoírlo, pues en noche tan espantosa, cuando ningún vecino honrado se atreve a echarse a la calle, sólo los malhechores y los perdidos libertinos son capaces de arrostrar viento y lluvia en busca de aventuras y presa. Marta debió de haber reflexionado que el que posee un hogar, fuego en él, y a su lado una madre, una hermana, una esposa que le consuele, no sale en el mes de enero y con una tormenta desatada, ni llama a puertas ajenas, ni turba la tranquilidad de las doncellas honestas y recogidas. Mas la reflexión, persona dignísima y muy señora mía, tiene el maldito vicio de llegar retrasada, por lo cual sólo sirve para amargar gustos y adobar remordimientos. La reflexión de Marta se había quedado zaguera, según costumbre, y el impulso de la piedad, el primero que salta en el corazón de la mujer, hizo que la doncella, al través del postigo, preguntase compadecida: <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">-¿Quién llama? <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Voz de tenor dulce y vibrante respondió en tono persuasivo: <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">-Un viajero. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Y la bienaventurada de Marta, sin meterse en más averiguaciones, quitó la tranca, descorrió el cerrojo y dio vuelta a la llave, movida por el encanto de aquella voz tan vibrante y tan dulce. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Entró el viajero, saludando cortésmente; y sacudiendo con gentil desembarazo el chambergo, cuyas plumas goteaban, y desembozándose la capa, empapada por la lluvia, agradeció la hospitalidad y tomó asiento cerca de la lumbre, bien encendida por Marta. Esta apenas se atrevía a mirarle, porque en aquel punto la consabida tardía reflexión empezaba a hacer de las suyas, y Marta comprendía que dar asilo al primero que llama es ligereza notoria. Con todo, aun sin decidirse a levantar los ojos, vio de soslayo que su huésped era mozo y de buen talle, descolorido, rubio, cara linda y triste, aire de señor, acostumbrado al mando y a ocupar alto puesto. Sintióse Marta encogida y llena de confusión, aunque el viajero se mostraba reconocido y le decía cosas halagüeñas, que por el hechizo de la voz lo parecían más; y a fin de disimular su turbación, se dio prisa a servir la cena y ofrecer al viajero el mejor cuarto de la casa, donde se recogiese a dormir. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Asustada de su propia indiscreta conducta, Marta no pudo conciliar el sueño en toda la noche, esperando con impaciencia que rayase el alba para que se ausentase el huésped. Y sucedió que éste, cuando bajó, ya descansado y sonriente, a tomar el desayuno, nada habló de marcharse, ni tampoco a la hora de comer, ni menos por la tarde; y Marta, entretenida y embelesada con su labia y sus paliques, no tuvo valor para decirle que ella no era mesonera de oficio. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Corrieron semanas, pasaron meses, y en casa de Marta no había más dueño ni más amo que aquel viajero a quien en una noche tempestuosa tuvo la imprevisión de acoger. Él mandaba, y Marta obedecía, sumisa, muda, veloz como el pensamiento. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">No creáis por eso que Marta era propiamente feliz. Al contrario, vivía en continua zozobra y pena. He calificado de amo al viajero, y tirano debí llamarle, pues sus caprichos despóticos y su inconstante humor traían a Marta medio loca. Al principio, el viajero parecía obediente, afectuoso, zalamero, humilde; pero fue creciéndose y tomando fueros, hasta no haber quien le soportase. Lo peor de todo era que nunca podía Marta adivinarle el deseo ni precaverle la desazón: sin motivo ni causa, cuando menos debía temerse o esperarse, estaba frenético o contentísimo, pasando, en menos que se dice, del enojo al halago y de la risa a la rabia. Padecía arrebatos de furor y berrinches injustos e insensatos, que a los dos minutos se convertían en transportes de cariño y en placideces angelicales; ya se emperraba como un chico, ya se desesperaba como un hombre; ya hartaba a Marta de improperios, ya le prodigaba los nombres más dulces y las ternezas más rendidas. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Sus extravagancias eran a veces tan insufribles, que Marta, con los nervios de punta, el alma de través y el corazón a dos dedos de la boca, maldecía el fatal momento en que dio acogida a su terrible huésped. Lo malo es que cuando justamente Marta, apurada la paciencia, iba a saltar y a sacudir el yugo, no parece sino que él lo adivinaba, y pedía perdón con una sinceridad y una gracia de chiquillo, por lo cual Marta no sólo olvidaba instantáneamente sus agravios, sino que, por el exquisito goce de perdonar, sufriría tres veces las pasadas desazones. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">¡Que en olvido las tenía puestas.... cuando el huésped, a medias palabras y con precauciones y rodeos, anunció que «ya» había llegado la ocasión de su partida! Marta se quedó de mármol, y las lágrimas lentas que le arrancó la desesperación cayeron sobre las manos del viajero, que sonreía tristemente y murmuraba en voz baja frasecitas consoladoras, promesas de escribir, de volver, de recordar. Y como Marta, en su amargura, balbucía reproches, el huésped, con aquella voz de tenor dulce y vibrante, alegó por vía de disculpa: <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">-Bien te dije, niña que soy un viajero. Me detengo, pero no me estaciono; me poso, no me fijo. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify; font-family: times new roman;font-family:arial;"><span lang="ES" style="font-size:85%;">Y habéis de saber que sólo al oír esta declaración franca, sólo al sentir que se desgarraban las fibras más íntimas de su ser, conoció la inocentona de Marta que aquel fatal viajero era el Amor, y que había abierto la puerta, sin pensarlo, al dictador cruelísimo del orbe. <o:p></o:p></span></p> <span style="font-family: times new roman;font-family:";font-size:85%;" lang="ES" >Sin hacer caso del llanto de Marta (¡para atender a lagrimitas está él!), sin cuidarse del rastro de pena inextinguible que dejaba en pos de sí, el Amor se fue, embozado en su capa, ladeado el chambergo -cuyas plumas, secas ya, se rizaban y flotaban al viento bizarramente- en busca de nuevos horizontes, a llamar a otras puertas mejor trancadas y defendidas. Y Marta quedó tranquila, dueña de su hogar, libre de sustos, de temores, de alarmas, y entregada a la compañía de la grave y excelente reflexión, que tan bien aconseja, aunque un poquillo tarde. No sabemos lo que habrán platicado; sólo tenemos noticias ciertas de que las noches de tempestad furiosa, cuando el viento silba y la lluvia se estrella contra los vidrios, Marta, apoyando la mano sobre su corazón, que le duele a fuerza de latir apresurado, no cesa de prestar oído, por si llama a la puerta el huésped.</span><span style=";font-family:";font-size:12pt;" lang="ES" > </span>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com46tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-53889062216159443862009-07-07T17:24:00.000-07:002009-07-07T17:37:18.828-07:00EL RETRATO OVAL (Edgar Allan Poe)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheFGD7m4zx3Y3cSukW-LwYLBFZTf9bOs5LLQknlL3aZQ_StLOxAKJL5zo_lQKFNDZwDPq2usY1EW38flYUDdVAgu0owJ5oTSF-e72cFAOU7eD0-trFoRjUiQCZ9ZvdoDjHFQeHMlH6zwA/s1600-h/eap%5B1%5D.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 152px; FLOAT: left; HEIGHT: 175px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5355881866694886338" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheFGD7m4zx3Y3cSukW-LwYLBFZTf9bOs5LLQknlL3aZQ_StLOxAKJL5zo_lQKFNDZwDPq2usY1EW38flYUDdVAgu0owJ5oTSF-e72cFAOU7eD0-trFoRjUiQCZ9ZvdoDjHFQeHMlH6zwA/s200/eap%5B1%5D.jpg" /></a><br /><div>El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban.<br />Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.<br />Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas bujías dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.<br />No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.<br />El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:<br />"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"</div>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-5932242806143616962009-06-22T17:10:00.000-07:002009-06-22T17:13:48.673-07:00RAYUELA - Cap. 68 (Julio Cortázar)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCEDsZ5go8rL2EHUt02iSv61kGJSWg0-j-pUmhtx-OOL9v3AVwi_G3CXFlg-AGDyvkOcpMe9A0Tw-Xy9xWlOFLzzn01oNM0ApDaKKz_M-IWTabTAjsNHmoOdU-RYxJq__ypqjhWv8n9n8/s1600-h/images.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350309520892671170" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 97px; CURSOR: hand; HEIGHT: 122px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCEDsZ5go8rL2EHUt02iSv61kGJSWg0-j-pUmhtx-OOL9v3AVwi_G3CXFlg-AGDyvkOcpMe9A0Tw-Xy9xWlOFLzzn01oNM0ApDaKKz_M-IWTabTAjsNHmoOdU-RYxJq__ypqjhWv8n9n8/s200/images.jpg" border="0" /></a><br /><div>Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.</div>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-10513170271978681652009-06-07T08:01:00.000-07:002009-06-07T08:06:10.591-07:00UNA COSA INEXPLICABLE EN EL CORAZÓN (Armando José Sequera)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDg3a3xVCDq_kCR54HUYYhWoZOG_04BxZID_i2IbwgtxzzSSMLAUdle-s92y9jlQrQKhhWZ2GvkjsLHPRQnNjNs87u3_weZZ5W6Xvgi3gk9csCXqNnbwKi9Dr66MXqOhx_qzkyixIf-AU/s1600-h/CAW9QD3O.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5344602053905096930" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 98px; CURSOR: hand; HEIGHT: 118px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDg3a3xVCDq_kCR54HUYYhWoZOG_04BxZID_i2IbwgtxzzSSMLAUdle-s92y9jlQrQKhhWZ2GvkjsLHPRQnNjNs87u3_weZZ5W6Xvgi3gk9csCXqNnbwKi9Dr66MXqOhx_qzkyixIf-AU/s200/CAW9QD3O.jpg" border="0" /></a><br /><div>Mis amigos y mis amigas me preguntan por qué escribo sobre mi hermana y por qué la quiero tanto, si algunos de ellos desean o no tener hermanos o tenerlos bien lejos.<br />Siempre les respondo que no lo sé con exactitud, pero me acuerdo de tantas cosas bonitas que ella ha hecho o dicho y creo que es imposible no quererla.<br />Carlos, que siempre está callado y se molesta cuando mamá lo abraza o le da un beso, deja que Teresa lo despierte saltando en su cama o que le desordene el cabello o que se trepe sobre él cuando está viendo televisión. Luis se derrite cuando ella lo llama “mi hermanito” o le da las aceitunas de su ensalada, que a ella le disgustan y a él le encantan.<br />A mí... No sé cómo explicarlo. Me encantan sus besos con los labios fríos por el helado que se acaba de comer o pegajosos de caramelo. Me gusta que se coloque detrás de mí o detrás de papá cuando algo la asusta y sobre todo me gustan esas muchas veces en que ha entrado a mi cuarto y, sin decir una palabra, me ha abrazado, me ha dado un beso y se ha ido a jugar, a estudiar o a ver televisión.<br />O cosas que hace, como la del mes pasado, cuando a eso de las cuatro de la mañana, amaneciendo para mi cumpleaños, me despertó, llamándome desde la puerta de mi cuarto:<br />–¡Rubén! ¡Rubén!<br />–¡Ah! –abrí los ojos, sobresaltado, y encendí la luz de mi mesa de noche.<br />Entonces se acercó a mi cama y se sentó junto a la cabecera.<br />–¿Tuviste una pesadilla? –le pregunté.<br />–No.<br />–¿Tienes sed?<br />–Tampoco.<br />–¿Qué te pasa?<br />–Es que te compré este regalo –y me dio una cajita envuelta en papel de regalo brillante que supe de inmediato que era un disco–, y no aguantaba las ganas de dártelo.<br />El disco venía acompañado con una tarjeta que hizo ella misma, retratándome con un lazo rojo en la cabeza. Mientras veía la tarjeta, me abrazó con sus brazos pequeñitos, como de juguete, y pegó su mejilla izquierda de la mía derecha.<br />–Te quiero mucho –me dijo. Y aunque siempre me he burlado de las cosas cursis, esa no me lo pareció, ni me lo parece contar que no pude contestarle, porque las palabras se me torcieron en la garganta y me dieron ganas de reírme y de llorar al mismo tiempo.<br />Después me besó otra vez en la mejilla derecha y regresó a su cuarto, corriendo de puntillas para no hacer ruido.<br />No pude seguir durmiendo, ni pude escribir y contar esto.<br />Eso sí, me pasé todo ese día con una cosa en el corazón que sólo se puede explicar abriendo bien los ojos y haciendo que la sonrisa te ocupe la mayor parte de la cara.</div>Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com21tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-79201829187454877992009-05-24T18:44:00.000-07:002009-05-24T18:47:40.238-07:00PADRENUESTRO LATINOAMERICANO Mario BenedettiPadre nuestro que estás en los cielos con las golondrinas y los misiles quiero que vuelvas antes de que olvides cómo se llega al sur de Río Grande Padre nuestro que estás en el exilio casi nunca te acuerdas de los míos de todos modos dondequiera que estés santificado sea tu nombre no quienes santifican en tu nombre cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria en agosto de mil novecientos sesenta ya no sirve pedirte venga a nos el tu reino porque tu reino también está aquí abajo metido en los rencores y en el miedo en las vacilaciones y en la mugre en la desilusión y en la modorra en esta ansia de verte pese a todo cuando hablaste del rico la aguja y el camello y te votamos todos por unanimidad para la Gloria también alzó su mano el indio silencioso que te respetaba pero se resistía a pensar hágase tu voluntad sin embargo una vez cada tanto tu voluntad se mezcla con la mía la domina la enciende la duplica más arduo es conocer cuál es mi voluntad cuándo creo de veras lo que digo creer así en tu omniprescencia como en mi soledad así en la tierra como en el cielo siempre estaré más seguro de la tierra que piso que del cielo intratable que me ignora pero quién sabe no voy a decidir que tu poder se haga o se deshaga tu voluntad igual se está haciendo en el viento en el Ande de nieve en el pájaro que fecunda a la pájara en los cancilleres que murmullan yes sir en cada mano que se convierte en puño claro no estoy seguro si me gusta el estilo que tu voluntad elige para hacerse lo digo con irreverencia y gratitud dos emblemas que pronto serán la misma cosa lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro de cada día y de cada pedacito de día ayer nos lo quitaste dánosle hoy o al menos el derecho de darnos nuestro pan no sólo el que era símbolo de Algo sino el de miga y cáscara el pan nuestro ya que nos queda pocas esperanzas y deudas perdónanos si puedes nuestras deudas pero no nos perdones la esperanza no nos perdones nunca nuestros créditos a más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos tangibles y sonrientes forajidos a los que tienen garras para el arpa y un panamericano temblor con que se enjugan la última escupida que cuelga de su rostro poco importa que nuestros acreedores perdonen así como nosotros una vez por error perdonamos a nuestros deudores todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote como tres mil kilómetros de injurias como veinte medallas a Somoza como una sola Guatemala muerta no nos dejes caer en la tentación de olvidar o vender este pasado o arrendar una sola hectárea de su olvido ahora que es la hora de saber quiénes somos y han de cruzar el río el dólar y su amor contrarrembolso arráncanos del alma el último mendigo y líbranos de todo mal de conciencia Amén.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-87494354132112057112009-05-24T18:42:00.000-07:002009-05-24T18:44:27.736-07:00ANTIFÁBULAS Rigoberto Rodríguez<strong>Un cuento de horror<br /></strong><br />Felipa no hacía otra cosa que quejarse, llorar y maldecir a todo lo largo del día y la noche. Los fantasmas se preguntaban si acaso no estaría embrujada la casa.<br /><br /><strong>Juegos de alcoba<br /></strong><br />—¿Cómo te atreves?, ¿por qué hiciste eso?—No sé... yo... se me salió...—¡Pervertido! Ahora me limpias.<br /><br /><strong>Bruce Lee<br /></strong><br />Algo me dice que éste no es el mejor título para el cuento de un chinito al que le gustaban mucho los libros.<br /><br /><strong>Joropo fatal<br /></strong><br />Posible título para una novela policial de baja factura ambientada en los llanos apureños.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-635597129649510636.post-88795350576764717722009-04-24T07:14:00.000-07:002009-04-24T07:20:17.343-07:00LECTURAS PARA COMPARTIRNO ESTÁS DEPRIMIDO, ESTÁS DISTRAÍDO<br /> Facundo Cabral<br /><br />Distraído de la vida que te puebla, distraído de la vida que te rodea: delfines, bosques, mares, montañas, ríos. No caigas en lo que cayó tu hermano, que sufre por un ser humano, cuando en el mundo hay 5,600 millones.<br />Además, no es tan malo vivir solo. Yo la paso bien, decidiendo a cada instante lo que quiero hacer y gracias a la soledad me conozco...... algo fundamental para vivir.<br />No caigas en lo que cayó tu padre, que se siente viejo porque tiene 70 años, olvidando que Moisés dirigía el éxodo a los 80 y Rubinstein interpretaba como nadie a Chopin a los 90, sólo por citar dos casos conocidos.<br />No estás deprimido, estás distraído. Por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un solo pelo de tu cabeza, por lo tanto no puedes ser dueño de nada. Además, la vida no te quita cosas: te libera de cosas... te aliviana para que vueles más alto, para que alcances la plenitud.<br />De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamas problemas, son lecciones. No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón.<br />Mi madre creía que la pobreza nos hace estar más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas y nos aleja, porque nos hace desconfiados.<br />Haz sólo lo que amas y serás feliz. El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será y llegará naturalmente.<br />No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor, entonces habrá plenitud y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo, porque te mueve la fuerza natural de la vida, la que me levantó cuando se cayó el avión con mi mujer y mi hija; la que me mantuvo vivo cuando los médicos me diagnosticaban 3 ó 4 meses de vida.<br />Dios te puso un ser humano a cargo y eres tú mismo. A ti debes hacerte libre y feliz. Después podrás compartir la vida verdadera con los demás.<br />Recuerda a Jesús: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, porque la felicidad es una adquisición.<br />Además, la felicidad no es un derecho, sino un deber, porque si no eres feliz, estás amargando a todos a tu alrededor. Un solo hombre que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó matar a seis millones de hermanos judíos.<br />Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perusa, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman; la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven; las pinturas de Caravaggio, Rembrandt, Velásquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas. Y si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas: si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto (tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas)... y si le ganas, serás más humilde, más agradecido... por lo tanto, fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.<br /> No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes: te ayudarán cuando seas viejo.<br /> Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida. Ama hasta convertirte en lo amado; más aún, hasta convertirte en el mismísimo Amor.<br />Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas. El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida.Indira Mujicahttp://www.blogger.com/profile/13005935315160115341noreply@blogger.com16