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Mostrando entradas de junio, 2009

RAYUELA - Cap. 68 (Julio Cortázar)

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Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Tembl

UNA COSA INEXPLICABLE EN EL CORAZÓN (Armando José Sequera)

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Mis amigos y mis amigas me preguntan por qué escribo sobre mi hermana y por qué la quiero tanto, si algunos de ellos desean o no tener hermanos o tenerlos bien lejos. Siempre les respondo que no lo sé con exactitud, pero me acuerdo de tantas cosas bonitas que ella ha hecho o dicho y creo que es imposible no quererla. Carlos, que siempre está callado y se molesta cuando mamá lo abraza o le da un beso, deja que Teresa lo despierte saltando en su cama o que le desordene el cabello o que se trepe sobre él cuando está viendo televisión. Luis se derrite cuando ella lo llama “mi hermanito” o le da las aceitunas de su ensalada, que a ella le disgustan y a él le encantan. A mí... No sé cómo explicarlo. Me encantan sus besos con los labios fríos por el helado que se acaba de comer o pegajosos de caramelo. Me gusta que se coloque detrás de mí o detrás de papá cuando algo la asusta y sobre todo me gustan esas muchas veces en que ha entrado a mi cuarto y, sin decir una palabra, me ha abrazado, me h